Música es mi vida


El árbol

La gente está vacía, son unos malditos receptáculos de ruidos y sonidos, compases malogrados, discursos perdidos, quienes en el dilema de lo bueno y lo malo no se dan cuenta de lo que existe más allá de sus propias narices, cuando calienta la mar y el clima es precioso, copan el día turistas ya casi intrusos dispuestos a echarse en mi arena y en la integridad de mi alma para allí en ese entonces dejar las tensiones y los malos ratos para relajarse. ¿un trago?, ¿un caminata por la playa? en tiempos prósperos el sol inmenso se oculta en una hecatombe de felicidad ingrata, risas y melodías allá en el horizonte. Al caer la mitad del año, cuando el ambiente es frío y húmedo la tan tentadora y jovial imagen no deja de ser un empolvado retrato en la pared de un sótano abandonado y sucio, los recuerdos se nos van, y solo pensamos en aquello que no queremos olvidar. Y si por la tarde caen mis hojas como vivencias, años, pelos y carnes, y aún así soportando las tormentas y lluvias frías de ese maldito invierno, solo sé que aquel viejo roble necesito más pretextos para mantenerse en pie.

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